domingo, 9 de diciembre de 2012

Historias de la independizada

Ha entrado en mi casa la primera caja de herramientas con lo básico que debe haber en toda casa. Destornilladores, llave inglesa, llaves allen. No soy nada manitas en el bricolaje pero me fastidia que para apretar un tornillo tenga que llamar a algún amigo. Me apetece poder apretar mis propios tornillos.

Por ahora tengo lo indispensable para las pequeñas chapucillas en casa y para las pequeñas chapuzillas de la bici.

Por cierto, la bici. Era feliz sin la bici, lo fui más cuando entró en mi vida, pero ahora es foco de frustraciones. Las bicis se estropean. Las ruedas se deshinchan. Los frenos se salen de las guías. Menos mal que por ahora no ha sido muy grave lo acontecido a mi bici pero para mi era un mundo. Nunca me había enfrentado a una rueda deshinchada ni a un freno descolocado. Ahora ya sé lo que hay que hacer en esos casos.

Por otro lado, la nevera. Al fin he encontrado dónde está el mando para regular la cantidad de frío. Ahora mis tarros de helado realmente contienen helado.

Existen los limpiadores de cal. Benditos limpiadores de cal en Alemania. La cal se acumula cada dos por tres por todos lados. Es imprescindible tener un limpiador de cal en casa.

La mopa. Al final ha entrado una mopa en casa. Lo de la escoba y la fregona aquí en Alemania poco. Se lleva más una especie de mopa con la que se limpia el polvo del suelo y se friega. En mi casa se ha hecho hueco entre la fregona y la escoba.

Mercadillo de navidad de Ingolstadt

A finales de noviembre abrió el mercadillo de navidad de Ingolstadt. Es como un pequeño pueblecito de cuento. Allí se venden cosas navideñas. Aparte de esos puestecitos de adornos navideños hay puestos de Glühwein y Kinderpunsch para beber y salchichas, gofres, creps... para comer.

Estuve en el mercadillo dando una vuelta. Al final del paseo, completamente congelado el cuerpo porque estábamos a menos algo de grados, decidí probar el Kinderpunsch. Al principio el sabor de tremendamente dulce y después se queda en un sabor de té soseras. Entré en calor pero fui incapaz de terminarme aquella sobredosis de empalagosidad.

La gente se reúne en el mercadillo a tomarse algo. Hace mucho frío. No se estila poner unos focos de calor o algo. Allí a palo seco, a base de brebajes calientes es como la gente permanece de pie, en mitad del mercadillo.

Yo duré hora y media. Aún con tres capas de ropa conseguí que se me congelaran las piernas y las manos.
Incapaz de tomarme otro chute de azúcar diluída decidí irme a mi casa a fin de encontrar calorcito. 

Nieve

Sigue nevando. Todo el día nevando. Todo está muy bonito, blanquito pero es un poco rollo porque casi no hay vida en la calle. No apetece mucho salir estando a ocho grados bajo cero y con nieve por todos sitios.

Además los días son más cortos. A las cinco de la tarde ya es noche cerrada. El día parece acabarse muy rápido. A los que venimos de países con más sol se nos hace un poco cuesta arriba.

Yo lo estoy notando en el humor. Suelo sonreír un montón y hacer un montón de cosas y en estos meses me cuesta un mundo hacer algo. Además me encuentro muy cansada y un poco tristona.

Cuando llegué me hacía gracia ver a los alemanes salir a la calle en cuanto había un rayo de luz. Ahora hago yo lo mismo. Y es que en Madrid no parecía apreciar lo agradable que es ver el sol, sentir su calor y ver la luz de un día soleado incluso en invierno. Claro, lo tenía casi todos los días. Aquí escasea y empiezo a apreciar cada rayo de sol que hay.

El suelo está completamente blanco. Han pasado con una pala por la acera despejando un camino para que la gente pueda caminar. Lo peligroso es cuando se forman las capas de hielo. Eso es más difícil de quitar y más peligroso al pisar.

Aquí en estos días hay nieve por todos sitios. La forma de deshacerse de ella es amontonarla y esperar que se vaya derritiendo. Así se pueden ver pequeñas o grandes montañitas de nieve por las aceras.